30
Ya llevo más de una semana en mi nuevo hogar. Ya tenemos teléfono y el adsl está a punto (o eso dicen los de Orange). Las cosas parece que van adquiriendo un sentido y comienzo a saber en qué cajón colocar cada cosa, en qué tiendas del barrio comprar cada producto, en qué orden encender y apagar las luces, cómo caminar a oscuras por el pasillo y encontrar puertas e interruptores sin tropezar con nada.
Ya no es extraño como al principio cuando había muebles viejos por el suelo y comíamos en platos de plástico. Hemos hecho nuestro el sofá, la mesa y las sillas, el baño y la cama, aunque el colchón ortopédico me siga produciendo dolores de espalda. Ya es mi casa. Nuestra casa...
¿Quién me lo iba a decir a mí hace tan sólo un año (ya no digamos dos o tres)?
El próxima sábado hago una cena para mis amigas y amigos, será la primera que organizo como verdadera anfitriona en mi propia casa. Contrariamente a otras veces en esta no tengo ganas de agobiarme con que todo esté perfecto, con que los platos conjunten, con que toda la comida se sirva perfecta en la mesa y todo el mundo coma de todo. Quiero pasarlo bien yo también antes y después de la cena, y si todo no está perfecto pues mala suerte, con que no se queden con hambre tengo suficiente (y acostumbro a sobrealimentar a mis invitados y hacer siempre comidade más). Al fin y al cabo estaremos celebrando mi cumpleaños.
Sí, olvidaba mencionarlo: hoy cumplo 30 y me siento más plena y feliz que nunca.