Ice cream on the road
Cada día el autobús va más abarrotado de gente por las mañanas. Últimamente, como hoy, me toca ir de pie todo el trayecto, en medio del pasillo, cosa que pone en seguida a trabajar a mi macabra imaginación y veo al conductor dando un súbito frenazo y mi cuerpo volando hasta que mi cabeza se estrella contra el parabrisas delantero. Todo eso sólo ocurre en la película gore que yo me monto, claro. Soy así, no lo puedo evitar.
Nick Cave me susurra al oído. Amanece sobre la autopista colapsada de coches (con un solo ocupante en su mayoría) y en el cielo las nubes parecen dos bolas de helado de yogurt con cerezas (uno de los placeres que más echo de menos de la extinta Malania) flotando plácidamente sobre un mar de crema dulce.
Pienso en muebles de Ikea y en posters de Pearl Jam que pudieran hacer un poco nuestro el piso que fuimos a ver ayer. Era grande, luminoso y barato tal y como están las cosas (eso quiere decir que sigue siendo caro para nuestro presupuesto, aunque es lo que hay), pero a primera vista y casi sin muebles no parecía muy acogedor. Pienso en alfombras de sisal, de rafia o de fibra de coco para tapar aquél suelo tan horrible... Y pienso que necesito cambiar de trabajo ya, necesito ganar más para enfrascarme en esta nueva aventura. Y voy a hacerlo. Hoy me siento optimista.
En el cielo una de las bolas de helado de yogurt con cerezas se ha derretido alrededor de la otra y ahora parecen un sombrero de cowboy de color irisado que recuerda increíblemente al que Mikel suele llevar al Azkena.
El fin de semana se presenta emocionante. Mañana, si nada lo impide, veré a Ben Harper en su concierto de Badalona, que promete ser genial. El sábado es el cumpleaños de mi amiga Paula (hasta ahora “pe punto”), cenaremos en un italiano, bailaremos y nos reiremos. Eso me recuerda que aún tengo que acabar de preparar uno de los regalos y que me he dejado el estuche de “recorta, pega y colorea” en casa. El domingo iremos al Festival de Cinema Fantàstic de Sitges a ver la última excentricidad de Takashi Miike y disfrutar del ambientillo cinematográfico...
Las nubes son ahora un borrón anaranjado, ni rastro de sombrero, ni de bolas de helado, ni de ninguna forma reconocible.
El autobús enfila la rotonda de Glorias y entramos en Barcelona. Casi una hora para hacer 30 kilómetros. Nick Cave canta “aaaaleluuuuya”...
4 comentarios:
Seguro que vuestro piso rebosará personalidad y será acogedor, como vosotros. Y lo bien que estaréis juntos, y lo que os podréis llegar a reir de ese feo suelo si al final decidís vivir en él. Y las alfombras de sisal o coco, definitivamente rockean. Yo también estoy mirando una.
Preciosa canción. Te deseo una preciosa mañana, y un precioso trabajo futuro.
Sitges espera!
las alfombras de sisal no las recomiendo si teneis perro gato u otro tipo de mascota peluda... si no, sí, molan ;)
Saludad a Gilliam de mi parte!
Gilliam no sé si estará (si está le doy saludos de una bandida), pero veré Tideland por fin, a ver qué tal...
De momento no tenemos bicho peludo (Roger no cuenta) pero quizá un gato nos llenaría la alfombra de pelos, nos destrozaría las cortinas y el sofá y nos llenaría de arañazos... Lo querríamos igual.
Gracias, Blackstar, guapa. Hay ganas de tener piso aunque sea con un suelo feo y un baño de los 60... Tenemos que hacer números, con lo que cobro ahora no me llega para mucho. Veremos...
alfombra + bicho peludo = pelos perennes
eso sí, no dejéis de darle amor por cuatro pelillos!!
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