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martes, 20 de septiembre de 2005

El ángel


Bajo el anochecer inmenso iba el ángel

arrojado del Edén nativo.
Absorto su cuerpo aún desnudo,
frío ante la brusca y negra tristeza.
Sus alas, antes candor erguido,
a la espalda pesaban sordamente.
Se buscaba a sí mismo.
Pretendía olvidarse a sí mismo
Arrastraba dos lentas soledades:
su soledad de nuevo, la del amor caído.
Al fin sabes cómo ha muerto la luz,
mientras vas recordando, deseando,
y te pesa el deseo recordado.
Fuerza quisieras para alzar nuevamente
con fango, lágrimas, odio, injusticia,
la imagen del amor hasta el cielo,
la imagen de la amor en la luz pura.
Pero fracasarás.
Te perderás en la tierra injusta,
en la eterna soledad que tú mismo creaste.
Tu camino: bocas de mentira, palabras de hielo.
Voces giran y resuenan con encanto marchito
en tus oídos, recuerdos pálidos de un amor perdido.
Muerdes tus puños con tristeza impotente.
Mueve tu mano el aire que derriba pobres paraísos.
Trémulo, transparente,
te quedaste sobre el viento...
Un ángel de vídrio sobre un espejo.
¡Oh, ángel con grandes alas de cadenas!


No es mío. Y sí lo es. Es mío y de una de mis mejores amigas pero tampoco es sólo nuestro. Lo escribimos hace muchos años como una especie de monstruo de Frankenstein uniendo versos nuestros a un recosido de versos de diferentes poemas, de diferentes poetas, intentando darle un sentido unitario.

¡Qué difícil es volver a creer en el amor cuando alguien te lo ha pisoteado!

Yo era demasiado joven, aún no sabía qué era el amor de verdad cuando lo escribimos pero, aún después de tantos años, sigue pareciéndome acertado. Acertado no porque diga una verdad cierta (¿existe alguna universal?) sinó porque describe exactamente cómo se siente alguien tras una ruptura o desengaño amoroso. En realidad creo que está impregnado de una desesperanza que no es cierta más que en esos momentos. Porque el ángel no se queda ahí al final de la historia. Igual que es seguro que, tras las perdices, seguramente Blancanieves y el Príncipe necesitaron consejero matrimonial, también es seguro que el ángel no es gilipollas, no se queda ahí lamiéndose las heridas sinó que se levanta y rehace su vida y confía en sí mismo y alza sus alas y vuela.

Si no me creéis: ¡mirad mis nuevas alas!

La fotografía que he escogido ("Woman Once a Bird", 1990) pertenece al fotógrafo estadounidense Joel-Peter Witkin, un artista que me fascinó desde que lo descubrí en mis clases de Estética y al que creo que mi amado Dave Mc Kean le debe mucho. Sus obras poseen una extraña y fascinante hermosa fealdad. Es un autor peculiar. Adjunto el ruego que lanzaba en internet:

Una atenta súplica de Joel-Peter Witkin:

Los conocedores saben que mi obra está basada en la necesidad de crear imágenes de amor y redención. La mayoría de mis obras se realizan en colaboración con personas (la fuente) que conocen a individuos verdaderamente únicos que estén dispuestos a ser fotografiados. Yo le doy a "la fuente" de la fotografía resultante una imagen de regalo. El o la modelo pueden recibir su pago ya sea en efectivo o recibir también una fotografía de regalo.

Estoy buscando a una mujer ciega entre los 20 y los 40 años de edad, razonablemente atractiva, a quien pueda fotografiar desnuda. Deberá notarse que ambos ojos no están bien y no ven.

También estoy buscando una mujer atractiva entre los 20 y los 40 que no tenga brazos.

Estoy dispuesto a viajar a cualquier parte del mundo.

Joel-Peter Witkin

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