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viernes, 28 de octubre de 2005

Diario de París: miércoles, 19 de octubre

Datos:

En París un café cuesta 2 euros, a menos que te lo tomes en le comptoir (la barra).

En París una Coca-Cola es más cara que una cerveza de barril.

En París los vados tienen lucecitas rojas intermitentes o son de neón, haciendo casi imposible la excusa inútil de "es que no lo vi..."

En París, por las tardes, de las alcantarillas sale agua que los barrenderos orientan mediante el rústico procedimiento de poner trapos viejos y trozos de tela o alfombra para taponar el camino que no quieren que siga. Será para limpiar las hojas. Les debe sobrar agua.

En París quedan 65 fuentes de Wallace como la de Barcelona (Parc de la Ciutadella) de la que Gontzal pidió un dibujo a Roger. Sir Richard Wallace (Londres, 1818 - Neuilly-sur-Seine, 1890), aristócrata, mecenas y vividor, consagró una parte de su abundante fortuna a ayudar a los menos afortunados y, viendo la crisis se aprovisionamiento de agua y la sequía en París en 1870, ofreció fuentes de agua potable que hizo distribuir por toda la ciudad.

Hoy he pasado una sed terrible a pesar del majete de Wallace. Había olvidado mi botellita de Evian en casa y el sir inglés no tuvo en cuenta que beber de sus preciosas fuentes es extremadamente difícil si no tienes un recipiente. Lo intenté en el hueco de mis manos con el cómico resultado de mojarme todo el brazo. Por lo visto, originalmente, de las fuentes pendía un vaso atado a una cadenita. Ya no queda ni cadenita ni vaso. Mi reino por un vaso.

Esta mañana la hemos dedicado a una exposición temporal que, muy oportunamente, ha organizado el Musée d' Orsay en las Galéries Nationales du Grand Palais. Viena 1900: Klimt, Schiele, Moser, Kokoschka. Las colas en la entrada eran considerables, la mayoría eran parisinos porque la exposición hace relativamente poco que se inauguró. Esperar en el patio escuchando al, por momentos irritante, tocador de oboe ha valido la pena. Una exposición preciosa, pero se ha hecho corta. Los cuadros de Gustav Klimt me han parecido mucho más maravillosos al natural que todas las reproducciones que ya había visto y que ya me encantaban. Me he quedado embobada delante de algunos de ellos durante algunos minutos: fascinada por cómo la luz se colaba entre los árboles del bosque de pinos, por las maravillosas pieles translúcidas de las sensuales mujeres, de cabellos pelirrojos serpenteantes, por el poder que transmite su Salomé (Judit II), con su mano crispada... Me gustaría poseer la belleza, la determinación, la sensualidad y la fuerza de las mujeres que pinta Klimt.

Por tanto pedir agua a Wallace cayó toda por la tarde (del cielo), justo cuando nos sentamos en los jardines de las Tuilleries y Roger empezó a dibujar una vista del Louvre (que no pudo acabar hasta un par de días después, como veis aquí al lado). Me hubiese gustado poder vernos con los ojos de otro: allí sentados, bajo la llúvia en el parque desierto, él dibujando y yo sosteniendo el paraguas...

En los jardines de las Tuilleries hay unas sillas metálicas que puedes coger y colocar donde te apetezca. Quizá en Barcelona durarían poco y serían presa de los vándalos (sin duda promotores del Estatut) o acabarían estrelladas contra algo. Aquí sirven para que la gente se siente a leer o a dibujar el paisaje o las numerosas esculturas.

En las cercanías de los Champs Élyssées están las tiendas más chic de París, todas las de alta costura, las de los grandes diseñadores. También los restaurantes (el célebre Maxim's) y los hoteles más caros. Y algo más, algo que no había visto nunca a ese nivel: una tienda de alimentación de ultra- lujo que haría las delicias de cualquier gourmet aficionado como yo. Tenían hasta jamón pata negra ibérico de Guijuelo. Todo un placer para la vista y, sin duda, para los paladares de los que se lo puedan permitir. Como recuerdo me llevé el catálogo gratuito (lo único gratuito), con un estilismo que ni Chanel. Disfrutad de la web de Fauchon Paris y decidid qué regalo realmente caro (y comestible o bebible) os gustaría que os hiciesen de allí.

Tras tanta advertencia (la guía es vehemente) sobre lo bordes que son los parisinos, sobre lo antipático y desagradable que es el servicio aquí, debo decir que estoy absolutamente en desacuerdo. Todo el mundo, desde la vecina del tercero (madame Gisbert) que nos saludó nada más llegar y se ofreció para lo que fuese, hasta cada camarero o dependiente que nos hemos encontrado, han sido amables y simpáticos. No sé si tiene que ver con que les hablemos en francés. O que, al menos, lo intentemos con voluntad y esfuerzo.

Por la tarde hemos paseado por Pigalle por segunda vez para encontrarnos con dos riffers que, por casualidad, también estaban en París: guede y su novia. Tomamos una cerveza en el Cafe des 2 moulins (desgraciadamente para Roger no nos sirve Tautou) y descubrimos que son dos turistas al uso de los que hacen las cosas típicas y van a Euro Disney. Y están tan felices. París se puede disfrutar a muchos niveles. Nos hacemos unas fotos ante el Moulin Rouge, paseamos un poco y, entre los miles de paraísos del sexo de por allí, Roger se encariña con un edificio de tres plantas con un neón enorme: Sexodrome. Dice que antes de irnos tenemos que entrar a chafardear en la tienda. Otro día será. Por hoy me conformo con haber visto a trescientos turistas japoneses entrar en masa al Moulin Rouge (pongámosle cien euros por cabeza).

El viaje de vuelta en metro nos sale gratis porque la máquina de validar los tiquests está estropeada. Empezamos a dominar las paradas.Ya somos más aprisinos. Hemos comprado queso.

jueves, 27 de octubre de 2005

Diario de París: martes, 18 de octubre

A las tres de la mañana (vuelo de Ryanair desde Girona a las 6'50 horas) salimos arrastrando penosamente las maletas tras escasas horas de sueño. Para colmo llueve ligeramente. No lo suficiente para obligarnos a coger un taxi hasta la Estació del Nord (total, es bajar una calle) pero sí con tan mala leche como para obligarnos a parar bajo un toldo cuando aprieta. Del viaje en autobús a Girona y del vuelo tengo pocos recuerdos, estaba en duermevela incluso cuando caminaba. Recuerdo un intento de hechar una cabezada en el avión, contra la ventana, y recuerdo el amanecer desde el aire, rosa y naranja, y las nubes de algodón que, al descender, hacen que parezca que nos metemos dentro de la espuma de un capuccino.

Llegamos a Beauvais (aeropuerto de tercera... qué digo, de cuarta categoría) agotados y muertos de sueño, con 25 minutos de adelanto. De allí tenemos que ir en autobús a Paris (Porte Maillot). La maleta parece pesar cada vez más. Hace un frío del que se te mete en los huesos, el frío del amanecer, que hace que me despierte y dé saltitos mientras esperamos para comprar el billete. Una señora le empieza a gritar en catalán al chico de la ventanilla porque no le ha dado todos los billetes que ha comprado. Al ver que no la entiende cambia al castellano y el chico sigue sin entenderla. Yo sigo zombie, esforzándome por tenerme en pie, respirar y seguir realizando las demás funciones vitales.

Vuelvo a dormitar en el autobús. El conductor nos pone chanson française y me despierto cuando ya estamos en París. Veo el Sena y sonrío. ¡Por fin!

Jean- Philippe, nuestro locataire (arrendatario), tal y como predije un poco jocosamente por su letra redondeada, bonita y femenina y por sus advertencias sobre el cuidado con el parquet y con su mesita lacada, tiene todo el aspecto de ser gay. Al ver el apartamento me alegro de ello (mientras recupero el aliento, que son seis pisos sin ascensor). No es que quiera afirmar que todos los heterosexuales son unos guarros o tienen mal gusto en cuestión de decoración o que todos los gays sean decoradores natos (de hecho conozco a unos cuantos bastante horteras). Pero en éste caso se cumple el tópico. Todo está cuidado y con gusto por las marcas. En la cocina no falta ni un utensilio (hasta esas barras metálicas tan monas que siempre veo en las cocinas del Ikea para colgar ganchos con cazos, trinchadores, coladores, etc.). Tiene aceite de oliva, vinagre de Módena, mostaza de Dijon, pimienta gris, lavavajillas de aroma a frambuesa (Roger dice que tiene que estar rico), limpiadores especiales para el parquet, suavizante caro para la ropa... En la habitación hay libros de arte y de arquitectura como en las revistas de decoración, guías de viaje de cientos de países y las sábanas donde dormiremos son Calvin Klein con relleno de plumas y cojines de más plumas. En el armarito del baño hay crema de contorno de ojos, secador, perfume, jabón de Marsella puro para las manos...

Roger se burla de que investigue tanto las cosas de Jean-Philippe y de que me interese saber los títulos de las novelas y libros varios que guarda en el armario. Soy curiosa. Se pueden saber muchas cosas de alguien por los libros que tiene. Igual que se pueden saber muchas cosas de alguien viendo su casa, los productos que usa y los pedacitos de pistas sobre sí mismo que ha ido dejando por todos lados durante su vida cotidiana el tiempo que ha habitado el apartamento. Diría que es piloto (hay una maqueta de un avión de Air France y un osito piloto en la habitación) y que vive aquí ciertas temporadas (tiene ropa en el armario y productos suyos por todas partes), y que alquila el piso de vez en cuando, si está fuera por trabajo, para sacarse algún dinero extra. O quizá sólo vive aquí ocasionalmente y tiene un novio en NY...

Algunos encontrarán morboso mi interés por el arrendador. Quizá tengan razón. Pero, al fin y al cabo, voy a vivir una semana en su casa. Es un juego divertido imaginar cómo es una persona de esta manera. Me siento un poco Sherlock Holmes y me gusta.

Después de comer hemos tenido, irremediablemente, que hechar una siesta para volver a ser personas. Y un poco más repuestos (tampoco del todo) hemos salido a investigar Montmartre. Me encanta este barrio. Estamos alejados de la parte turística, en una zona de currantes e inmigrantes de todas las nacionalidades y colores. Hay mercado callejero, carnicerías halal, supermercados, bares y una gran floristeria justo a la entrada de nuestra calle, Villa Ornano.

Pasando por la parte más pintoresca del barrio subimos hacia Sacré-Coeur, el enorme pastel bizantino que preside la montaña en forma de iglesia (una de las postales más vendida de París). Según mi guía este fastuoso edificio nació de un "voto nacional" (léase revancha de la Iglesia) para expiar los crímenes de la Comuna de París, construyendo el "templo nacional" precisamente en el lugar donde estalló la Comuna. El día de la inauguración el célebre pintor local Willete vino con sus amigos a gritar debajo de la cúpula "¡Viva el diablo!". Émile Zola describió el edificio como "una masa de yeso aplastante que domina ese París de donde partió la Revolución..." Cuando llueve (cosa que sucede a menudo) la piedra con la que está construida la iglesia segrega, por acción del agua, una substancia blanca que parece pintura. Cuanto más llueve más blanco es Sacré-Coeur. Yo no grité "viva el diablo" pero me hice una foto haciéndo una mueca mientras señalo la iglesia. Una de las numerosas fotos en las que salgo haciendo el payaso y que no veréis aquí. Estad agradecidos.

La place du Tertre me parece un engaño para turistas. Ya me pareció exageradamente turística la otra vez que estuve en París, pero era joven e impresionable y los pintores me parecían algo bohemio y maravilloso. Ahora me parecen unos timadores de tres al cuarto (malísimos, la mayoría) y la plaza tiene muy poco de bohemio y mucho de metro en hora punta. Los turistas (nosotros también lo somos, pero quiero pensar que de otro tipo) parecen tontos y se merecen que los timen.

Sin embargo Montmartre, si sabes apartarte de la multitud (y no hace falta ir muy lejos porque los turistas no salen demasiado del camino de tiendas de souvenirs), posee rincones deliciosos al atardecer. Para hacer un poco el guiri buscamos la verdulería de la película Le fabuleux destin d' Amélie Poulain y el café donde trabajaba Audrey Tautou (Les deux moulins). Más fotos vergonzosas.

Ahora mismo estoy sentada en el sillón del apartamento, Roger hace el dibujo del día en el otro sillón, e intento fijar todo lo que me bulle en la cabeza antes de que me venza el sueño. Tarea imposible.

Hoy soñaré con interminables escaleras de subida, las del apartamento y las del barrio, soñaré con Amélie y con los pintores bajo la llúvia, soñaré que, tal y como me he sentido hoy, era parisina, volviendo al apartamento con una baguette en la mano.

Deshaciendo maletas...

Aún asimilando, aún deshaciendo maletas, deshaciendo el encanto, sacudiéndome con pereza el aroma de París, añorando ya las sensaciones vividas...

La foto de la izquierda (que se manifieste su autor porque no aparece) es la que ilustra la portada de la guía Trotamundos de París (ed. Salvat) que nos ha acompañado todo el viaje y que ya hice mía mucho antes de partir. Digo que la hice mía porque la repasé, la señalé, la llené de post-it rosa fúcsia y de papelillos rojos. Un dibujo de un ojo para los lugares para visitar, un tenedor para los restaurantes, una copa para los bares... Los veinte arrondissements (distritos) de París paso por paso. Dudaba que pudiéramos ver tantas cosas en sólo una semana...

No llevé ningún libro pero tampoco hubiese tenido tiempo de leerlo. Casi no tenía tiempo ni de escribir. Con dificultad y en minutos robados al descanso o en los pocos minutos perdidos he ido llevando un diario de viaje en mi Moleskine, plasmando impresiones, curiosidades y todo aquello que he querido recordar de la maravillosa ciudad de la que he vuelto. Volcaré aquí una parte de mi diario, pero os ahorro la parte tediosa y la morbosa. Espero que sea de utilidad a futuros viajantes. O, al menos, que os guste y os entretenga.

Me gustará compartir la impresión de ésta ciudad con otra gente porque las ciudades son como las personas: cuando las conoces sólo ves una parte y lo que piensas de ellas depende tanto de lo que son como de lo que tú eres y de cómo te sientes al conocerlas.

À demain!

lunes, 17 de octubre de 2005

Oh, là là...!


Mañana estaremos en París. Tú y yo en un pequeño apartamento de Montmartre. Es como un sueño hecho realidad.

Ya estoy deseando cruzar el Pont Neuf cogida de tu mano, pasear contigo por los deliciosos museos, recorrer a tu lado calles, pasajes, callejuelas y avenidas. Pero, sobre todo, despertarme a tu lado cada día y apoyar cada noche la cabeza en la almohada escuchándote respirar acompasadamente, sabiendo que te girarás y, casi instintivamente, me abrazarás por la espalda en esa posición que ya es tan nuestra y que me hace sentir tan a gusto, tan protegida, tan amada.

Hay tantas cosas que ver y visitar que no sé si tendremos tiempo. Esperamos huir de los típicos sitios turísticos siempre que podamos y descubrir a pie los rincones más encantadores de esta ciudad de luces y sombras. Creo que vamos en buena época, en otoño, mi estación del año favorita, y podremos disfrutar de esos cielos grises y de esa luz tan especial. Me voy sin un libro que leer en la maleta (pese a las buenas recomendaciones literarias que me hicieron) así que espero hacer preciosas fotos y escribir mucho para verter todo aquí cuando llegue. Dejaré el blog abandonado mientras tanto.

Estoy haciendo maletas (¿por qué me cuesta siempre tanto?) y deseando que Jean- Philippe nos de ya las llaves de la que va a ser nuestra casa, aunque sólo sea por una semana. Me imagino haciendo tostadas y café para los dos en la minúscula cocina o caminando en calcetines por el parquet, bailando o haciendo que patino mientras pones música (espero que podamos tener música). Me imagino que hará frío y me abrazarás para confortarme. Me imagino volviendo extenuada al apartamento, tras caminar todo el día, y que me arropas con mimo. Me imagino en un bistrot escribiendo mientras dibujas. Me imagino la semana más maravillosa...

Pero lo mejor es que no tengo que imaginar mucho, porque estoy segura de que lo va a ser.

viernes, 14 de octubre de 2005

My corset


Eugène Atget,
"Corsets"
Una persona que conozco de otro foro que no es el de Riff-fanzine tiene un blog que aún no comprendo: Tighten my corset. Hay todo un glosario de términos referentes a los corsés. Es curioso y me intriga el por qué de tal listado. Le he preguntado a la responsable y espero ansiosa la respuesta. Puede que el interés sea histórico o lingüístico. No es el tipo de mujer a la que creería interesada en ponerse un corsé si no es para un disfraz de Halloween.

Un corsé me parece una prenda muy simbólica de cómo las mujeres hemos sido dominadas por las modas y las apariencias, y de cómo lo estamos aún, para qué engañarnos. El uso continuado del corsé puede causar graves enfermedades como desplazamiento de órganos (riñones, útero causando esterilidad o abortos), estrés respiratorio, problemas gástricos, congestión venosa (embolias pulmonares, trombos), atrofias musculares severas, desviación de columna... Algunas mujeres no podían volver a caminar si no lo llevaban puesto. Un corsé, para mí, es un símbolo de la presión social sobre la mujer. ¿Se ha reducido esa presión social para que seamos perfectas o ha aumentado, ya no sólo en la mujer sinó también en el hombre?

Yo no quiero ser perfecta. Me horroriza serlo en cualquier sentido...

No he conseguido encontrar la foto que buscaba. Tendré que hacerla yo misma. Quizá no exista porque la imagen que me viene a la memoria pertenece a un videoclip musical del grupo Counting Crows, de la canción "A Long December", creo. Una mujer de espaldas, parada, mirando el escaparate de una tienda cerrada que exhibe vestidos de novia. Me parece muy evocadora de lo que quiero decir hoy...


Philippe Halsman
Llegadas a cierta edad parece que, de repente, se hace muy evidente que el objetivo inminente de muchas mujeres que llegan a la treintena es encontrar por todos los medios un hombre y casarse. Quizá no en mi círculo de amistades, quizá no en el de los que leen este blog, pero seamos realistas: la verdad está ahí fuera. La mayoría de amigas del instituto ya están casadas o a punto de hacerlo, algunas ya piensa en tener críos... ¿Serán más felices que yo teniendo un objetivo vital tan claro? Yo aún no sé qué va a ser de mi vida (quizá ese es mi corsé), así que se me hace imposible pensar siquiera en poner otro ser humano tembloroso y lleno de dudas en el mundo.

Para la evolución yo soy el fracaso, desde luego.

jueves, 13 de octubre de 2005

Gripe, lluvia, derechos de autor y poderes psíquicos


Tengo la gripe y no he salido de casa en todo el día. Estoy abotargada y agobiada. Llueve ahí fuera y es agradable estar seca y a salvo, con una manta, escuchando "Rainy Day Music" de los Jayhawks. Sería aún mejor tener a mi lado a alguien a quien poner cara de enferma para que me cuide, me arrope, me traiga la medicina y la sopa y el té caliente, y me haga todos esos mimos que, si bien no son indispensables para la curación, sí ayudarían a la enferma a sentirse más a gusto y satisfecha. Lamentablemente "el traedor de sopa y mimos" está dibujando en su casa. Tendré que sobrevivir con eso.

Así que me pongo a escribir y me paso la tarde entera buscando el nombre del autor del dibujo que podéis ver más abajo. Muchas páginas web tienen la fea costumbre de incluir galerías de ilustraciones sobre cualquier cosa sin dignarse a mencionar siquiera el autor de dichas obras. Por todos sitios aparecen dibujos, fotografías, ilustraciones... y muy poca gente se molesta en mencionar que todas, sin excepción, son el producto de la actividad de una persona. Qué triste crear algo y que la gente lo disfrute sin saber siquiera quién lo ha hecho. Por eso me tomo tan en serio la autoría y procuraré siempre incluir los autores de cualquier cosa que cuelgue en este blog.



Tom Raney
(The Search For Cyclops #3)
Me ha costado un gran esfuerzo pero he conseguido encontrar el autor de la ilustración. Podría haber colgado otro dibujo del mismo personaje (Jean Grey), de otro autor que conociera, para ilustrar lo que pretendía escribir sobre la posibilidad de poder leer la mente de los demás. Pero quería este dibujo y ninguno más. Pura cabezonería, soy así. Quizá la gripe me vuelve más tozuda aún o no tenía mejor manera de gastar mi tiempo... Si hasta me ha costado horrores saber el nombre del autor de la famosa fotografía de James Dean caminando por Times Square bajo la llúvia que está más arriba. ¡Qué cosas!

Como decía, Jean Grey (aka Marvel Girl, aka Phoenix) es la mayor psíquica de entre los mutantes. Que nadie me venga con que si Xavier ésto, que si tal aquéllo... ¡gana la pelirroja! Leí hace tiempo que le preguntaron a algún directivo de Marvel quién ganaría si todos los mutantes se enfrentaran entre ellos y no dudó en contestar: Jean Grey convertida en Phoenix es invencible, capaz de destruir planetas. En fin, que explico esto porque ésta reflexión viene del hecho de que siempre encuentro los aspectos negativos de esa capacidad psíquica. Cuando pusieron la serie New X-Men en manos de Grant Morrison (algún otro día hablaré de él y de su cerebro desquiciado) en seguida se le ocurrió hacer que esta chica pillara a su marido poniéndole unos cuernos psíquicos que ni un Vitorino en la mente de otra joven telépata (cuernos virtuales), Emma Frost, para colmo pija y rubia (como un culebrón pero con genes mutantes). Sin sus poderes Jean Grey sería una cornuda feliz.

¿Qué pasaría si pudieras leer la mente de los demás? Imagina que pudieras hurgar en la mente de tu marido y descubrir con quién fantasea, descubrir lo que le gustaría hacerle a su compañera de trabajo...

Imagina levantarte por la mañana y saber lo que piensa realmente el conductor del autobús cuando le das los buenos días, lo que piensa esa señora que te mira mal porque tú estás sentada leyendo un libro y ella de pie, lo que le gustaría decirte al señor que te mira el culo cuando te levantas... Imagina todas esas mentes grises y agobiadas caminando por la mañana en un día lluvioso como el de hoy hacia el trabajo, todos esos deseos sin realizar, esas vacaciones lejanas, ese sexo insatisfactorio y furtivo, ese Gran Amor que no llega... Imagina a tu amiga pensando "cómo se ha engordado" cuando tomáis un café... Imagina cosas peores de tus familiares. Imagina captar cada pensamiento violento o suicida, cada grito de socorro, cada fobia y cada manía, cada psicopatía a tu alrededor.

Estremecedor, ¿no?

Me parece que no siempre es bueno querer saberlo todo. A veces es mejor no saber ciertas cosas y vivir en una feliz ignorancia. No me refiero a girar los ojos a cualquier cosa que no nos guste o a que me gustaría ser una cornuda ignorante, sólo hablo de no saber algunas cosas... No quiero saber si la anterior amante de mi pareja era mejor que yo, no quiero saber si mi familia no está orgullosa de mí, no quiero saber que a esa persona que me acaban de presentar le parezco borde, no quiero saber que le gusto a ese chico al que yo veo como un amigo, no quiero entender todas las razones de los que me rodean... Me gusta el juego de ir descubriendo a las personas, la intimidad que supone que ellas mismas te vayan contando esas cosas. Ese juego hace que las personas se vuelvan tuyas porque siempre son más como tú las imaginas que como realmente son.


P.S. Si hoy alguien cree que me he vuelto loca por esta entrada sin demasiado sentido quizá esté en lo cierto. Más loca que ayer pero menos que mañana.

miércoles, 12 de octubre de 2005

Escritura terapéutica para enfrentarse al pasado

Ahora ya casi no te guardo rencor. Ya no. Entiendo lo que hiciste, entiendo quizá el por qué. Ahora, si pienso en todo lo que ha pasado, sólo me siento profundamente decepcionada.

Cuando por fin he entendido que el porqué que siempre te pedí (no pedí mucho más), que esa razón aparentemente inexistente, que me impedía entenderlo y aceptarlo, quizá sólo fue que se te acabó el amor, que dejaste de quererme; cuando por fin he entendido eso, me sigue decepcionando tu actitud ante el problema. No sé cómo habría reaccionado yo. La verdad es que alguna vez me había planteado lo horrible que sería si, sin saber cómo, hubiese dejado de quererte y la relación se hubiese roto por mi culpa, lo terríblemente culpable que me sentiría. En eso te compadezco. Pero creo que yo habría sido más sincera, brutalmente sincera, si lo prefieres. Casi tuve que perseguirte e instarte para que me dijeras "ya no te quiero". Y eso es cruel. Después de más de seis meses de luchar yo sola para salvar algo que aún no creía perdido. Seis meses o más de lágrimas, de esperanzas rotas, de ilusiones vanas, de no querer rendirme pese a las evidencias... Si no me lo dijiste antes para evitarme dolor creo que te equivocaste. Si fue porque no lo tenías claro fue una falta de consideración. Sabías que te esperaba, aún sin palabras te esperaba... Y sabías que no eran sólo palabras cuando dije que de mí tendrías lo que quisieras. Y esperé, esperé y esperé cuando ya no había nada que esperar... pero no podía esperar para siempre. Mi vida, como la tuya, tenía que seguir sin ti.

Me decepcionó tu actitud al saber que estaba con alguien y me decepciona tu actitud de ahora, tras tanto decir que seguiríamos siendo amigos, que mantendríamos el contacto, que yo había sido la persona más importante en tu vida y que era impensable que algún día no nos habláramos. ¿No te da vergüenza? Si ahora ocurre precisamente eso es porque tú lo has querido. ¿Tienes tus razones? Sea como sea es muy egoísta. Quizá con el tiempo, podamos ser amigos como dijimos (al menos yo lo dije sinceramente) pero parece cada vez más difícil. Si prefieres perderme de vista para siempre allá tú. Tus palabras de entonces resuenan como mentiras. Vuelvo a repetir lo que, en un inusitado arranque de autoestima impropio de mí, ya te dije por teléfono: si no me quieres en tu vida, tú te lo pierdes. Ya no te necesito. Me ha costado mucho tiempo y mucho dolor poder decir eso. No más.

Ahora ya sé que el amor se puede acabar, que el tuyo se extinguió como una vela. Da miedo. Te doy las gracias por ese miedo y esa decepción. También te doy las gracias por tantas cosas buenas que vivimos juntos a lo largo de más de siete años. Ahora los veo como años de formación y ahora veo que, en muchos aspectos, nuestra relación no era tan madura como creíamos. Gracias a que acabó ahora sé que puede ser aún mejor, con alguien que se entrega por completo como yo.

Ya tienes tu libertad, ya tienes tu nueva vida, la que querías, la que tú has escogido. Y dices que no eres feliz. No me gusta esa actitud derrotista, no te queda bien. Parece que creas que nunca vas a poder amar a alguien de nuevo como me amaste a mí. Yo también lo pensé al principio pero, ahora lo sé, estaba totalmente equivocada. Ojalá tú también puedas darte cuenta del error. Deseo que seas feliz como yo lo soy ahora. Solo o junto a alguien, como lo prefieras.

Esta no es una carta de disculpa, no creo que tenga que pedir perdón por nada. Si el tiempo volviera atrás actuaría exactamente igual, de principio a fin. Me siento orgullosa de cómo me he comportado, de actuar siempre llevada por el corazón, de ser sincera hasta la médula, de haber luchado por amor. Tampoco es una carta de reproche, ya te dije todo lo que tenía que decirte, ya te lo dirás tú mismo con el tiempo, espero. Ni siquiera vas a leer nunca esta carta porque, a pesar de las apariencias, no va dirigida a ti, sinó a mí misma, a mi propia consciencia. Es, quizá, la última carta que te escriba, que me escriba respecto a ti.

Feliz nueva vida.
Feliz cumpleaños, Xoán.

¡Hasta siempre o hasta nunca!

domingo, 9 de octubre de 2005

En el andén

Cada día hacía el mismo recorrido en tren. Cada día lo veía sentado en su silla de ruedas, tomando el agradable sol de la mañana. Cada día él sonreía al ver pasar el tren y, con la confianza que le daba que él no tuviera ni idea de su existencia, lo miraba y sonreía también.

Al principio no le dio demasiada importancia, pero cada día esperaba con especial emoción aquél momento, aquél cruce de sonrisas ignorante la una de la otra. Y los días se sucedían como páginas en blanco del trabajo a casa y de casa al trabajo, y, poco a poco, el único aliciente de su vida fue verlo sonreír en el andén cada mañana desde el tren.

De pronto una mañana de primavera él ya no estaba. Y pasaron días y semanas en los que buscó cada día con la mirada en el sitio donde solía estar pero ya no lo vio más allí. Así que lo dejó todo (trabajo, familia, amigos) y dedicó su vida a buscarle. El amor es extraño a veces...

Tardó más de un año en encontrarle. Empezó buscándole por las calles cercanas a la estación, después en el barrio, en la ciudad y en el país entero. Preguntó a jefes de estación, porteros, dependientas, barrenderos y abogados, ayuntamientos y hospitales. Pero los datos que podía dar no eran muy precisos (solemos ser un nombre, un número, un domicilio, no una sonrisa) y sólo obtenía por respuesta encogimientos de hombros y miradas esquivas. Al final fue la casualidad, causante de las peores y de las mejores cosas, la que hizo que se encontraran. La vida es extraña a veces...

Nunca se había planteado qué le diría cuando estuvieran cara a cara. Era difícil explicar lo que sentía por él, lo que había hecho que su loca búsqueda fuese la razónd e su existencia. Por supuesto había imaginado infinidad de veces el encuentro pero nunca había palabras, sólo un cruce de sonrisas y la comprensión instantánea. En sus sueños, después de ese momento, ya nunca se separaban e iban juntos a pasear, ella empujando felizmente su silla, respirando con placer el aire limpio y fresco de la mañana, atendiendo solícita sus peticiones. Iba a cuidar de él siempre...

Cuando lo vio por azar en una céntrica cafetería las cosas no sucedieron como había imaginado. Estaba asomado a la barandilla de la terraza, en la segunda planta del establecimiento, mirando a la gente pasar. Al reconocerlo comenzó a esbozar la más grande de las sonrisas pero se le heló en los labios al comprobar que él estaba de pie. Se sostenía sobre sus piernas, ni rastro de la silla de ruedas. Un gesto de dolor imposible de describir se dibujó en su cara cuando por fin comprendió.

Subió al segundo piso con grandes zancadas, se plantó frente a él y le miró con ira. Incomprensiblemente ella esperaba excusas, esperaba explicaciones. En cambio él sonrió abierta y amablemente a aquella mujer de expresión furiosa a la que era la primera vez que veía en su vida. Esa sonrisa fue la que desató su furia, el último tirón que rompió el fino hilo que la unía a la cordura. Se abalanzó sobre él y lo empujó hacia la barandilla con un gruñido animal, arrojándolo al vacío. Fue sencillo: la baranda no era muy alta y ella tenía la fuerza que da una ilusión vivida durante más de un año y destrozada en menos de un minuto.

Y mientras lo veía precipitarse, como a cámara lenta, todo cobró de golpe una extraña lógica demente, un nuevo sentido. Se le ocurrió que quizá así él volvería a su silla de ruedas y ella podría pasearle, respirando el aire limpio y fresco de la mañana, y cuidar de él siempre...

El amor es extraño a veces.

19/12/2000

sábado, 8 de octubre de 2005

Microcuento


Despair, Dave McKean

El Rey pidió a sus Sabios una única cosa que le hiciera feliz cuando estuviera triste pero que, al mismo tiempo, le produjera tristeza cuando fuera feliz.

Los Sabios se reunieron durante varios días y regresaron con un anillo que llevaba un mensaje grabado: "Ésto También Pasará"...

viernes, 7 de octubre de 2005

Portraits

Roger dice que no va a dibujarme más, y con razón. Pero a mí eso me produce una tristeza terrible. Quizá sólo lo diga porque está harto de oírme sacarme defectos a mí misma cuando me miro en sus dibujos. Si me hace un desnudo me veo gorda, si es un retrato tengo ojeras y estoy fea...

De pequeña me encantaba que me hiciesen fotos. Era la reina de la casa y la princesa de papá, que gastaba carretes y carretes en una monada de bucles dorados que nunca se cansaba de posar. Quizá si tienes ocho años y te dicen constantemente que eres preciosa te lo acabas creyendo...

Con la adolescencia todo eso cambió. Empecé a crecer por todos lados como el protagonista de Big Fish. Me volví un ser larguirucho, zancudo, desgarbado, esquelético... No hacía falta que nadie me lo dijera para darme cuenta de que ya no era preciosa. Mi nariz comenzó a crecer desmesuradamente (como mis piernas y brazos) y a destacar en mi cara flacucha. Mis primos me llamaban "jirafa", mis tíos "largui" y los chicos del colegio cosas peores como "palillo", "espagueti" o "tabla de planchar" porque mis pechos decidieron no crecer con el resto (en fin, tampoco es que luego se animaran a crecer mucho, al fin y al cabo). Así que empecé a rehuir las cámaras y, si podía, los espejos. Recuerdo mi primera adolescencia como una época por momentos horrible, de soledad, incomprensión, rechazo, autoaislamiento, negatividad y desprecio hacia mí misma. Yo era aquella chica rara vestida de negro leyendo sola en un rincón. Creo que, en el fondo, me encantaba regodearme en mi propia tristeza, en ser una especie de perdedora y melancólica adolescente.

Luego las cosas cambiaron progresivamente un poco y empecé a sentirme mejor en mi propio pellejo. No sé si la cosa tuvo que ver con empezar a gustarle a los chicos. Quiero creer que no, que empecé a aceptarme tal y como era y empecé a darme cuenta de que la valía de las personas se mide en lo que llevan dentro... Sin embargo seguía sin gustarme que me hicieran fotografías. Y aún hoy, con un cuerpo que (afortunadamente) ha ido adquiriendo más redondeces, sigue sin entusiasmarme ser retratada.

Cuando me veo en una fotografía (o en un retrato) casi siempre tengo la extraña impresión de enfrentarme a una imagen que no es la que yo tengo de mí misma. Es como cuando te ves de reojo en un espejo sin darte cuenta de que eres tú. O como cuando escuchas tu voz en una grabación y suena tan diferente a como tú te oyes. O la alienante sensación que suelo tener cuando oigo a alguien que no conozco decir mi nombre refiriéndose a otra persona que se llama como yo y, de repente, esa palabra, esas dos sílabas que conforman mi nombre, me parecen tan desligadas de mí que me pregunto si realmente "San-dra" tiene alguna relación conmigo.

Cuando me miro en una foto (o en un dibujo, en este caso) parece que sólo puedo ver y destacar las partes que no me gustan de mí misma. Pero observo de nuevo éste retrato y tengo sensaciones encontradas. Es algo íntimo y hermoso ser retratada por tu amante ("amante"... ¡qué bella palabra!), por alguien que te conoce a un nivel tan estrecho, por quien ha besado esas facciones y las ha acariciado, por quien las ama, por quien te dice que son hermosas...

Y, en un acto casi erótico, alguien que odia posar se está casi dos horas quieta viendo moverse los lápices. Y cuanto más miro el resultado más me gusta. E incluso puede que me reconcilie con mi propia imagen plasmada...

lunes, 3 de octubre de 2005

París, 1963 (Alfred Eisenstaedt)


La pregunta que me asaltó nada más ver esta maravillosa fotografía por primera vez es evidente: ¿qué estarán viendo estos niños? Supongo que es lo primero que piensa cualquiera al ver sus caritas de auténtico asombro, de auténtica sorpresa, de real fascinación. Pero, tras una corta reflexión, se hace evidente que eso es lo de menos. El autor no nos lo revela ni en la obra ni en el título. Quizá es mejor no saberlo, quizá lo importante de esta foto no es el por qué sinó el hecho en sí, la capacidad infantil de sorpresa y asombro respecto al mundo que les rodea.

Todas las personas adultas que me interesan por una u otra razón, todas las personas adultas a las que admiro, que me fascinan, con las que me gusta estar y mantener conversaciones conservan esa facultad infantil tan increíble y única. Y me gusta pensar que yo también la poseo e intentaré no perderla jamás. Porque esa capacidad te hace mantener los ojos bien abiertos, te hace ser curioso, creer en las sorpresas que esperan a la vuelta de la esquina; te hace, en definitiva, ver el mundo como un sitio mágico y fabuloso.

Al nivel de ensoñación del que hablo un árbol siendo atravesado por los rayos del sol puede ser lo más fascinante y hermoso del día. Y a ese nivel es lógico hacer miles de kilómetros para disfrutar la experiencia única de ver tocar a un grupo de música al que adoras, o es lógico llorar con un cómic, emocionarse hasta extremos inimaginables con un libro, estremecerse con el pasaje de una película o con una canción... Hablo del nivel de las caras de los niños de la foto, creo que algunos y algunas ya saben de lo que hablo porque lo han experimentado.

Quiero que mi vida esté rodeada de esos niños- adultos o adultos- infantiles. Quiero rodearme de individuos con el síndrome de Peter Pan y no quiero superar el mío propio. Quiero llenar mi mundo de magia y de gente que sepa ver las maravillas que nos rodean como las veo yo.

Tras decidir que escribiría sobre esta fotografía pensé buscar en internet su orígen, cómo se hizo, dónde, es decir: averiguar qué están mirando exactamente esos niños. Pero ahora ya no quiero saberlo. Están mirando la cosa más mágica del universo. Que cada uno busque su propia conclusión y encuentre las cosas que le hacen emocionarse como a los niños de la foto.