Mi blog se ha mudado! Redireccionando…

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domingo, 31 de diciembre de 2006

Adiós, 2006

No le podría pedir más a un año en el que todo lo que me ha ocurrido han sido cosas buenas.

Una amiga dice que los años impares siempre son mejores. Y aunque no esté de acuerdo y me parezca una estupidez éste que se nos acerca ya, pisándonos los talones, además de ser impar acaba en siete, un número que siempre me ha parecido mágico. Si va a ser aún mejor que el 2006 me va a traer muchas alegrías. Lo mismo os deseo a todos. A los que salís y a los que preferís quedaros en casa. A los que lo celebran en familia y a los que prefieren estar solos (los padres se suelen poner muy tontorrones en fin de año, pobres). Solteros, con pareja, con mascota o como quiera que estéis.

Que no se os atraganten las uvas.

Brindemos por obtener lo mejor del 2007.

Mañana, cuando despierte, sea la hora que sea, tendré varias cosas que celebrar...



P.S. Como deseo para el año que viene añado que por fin nos pongan la conexión adsl para poder colgar imágenes, actualizar el blog más a menudo y volver a la vida de internauta.

sábado, 23 de diciembre de 2006

Inventario apresurado

Por si no tuviera bastante con mi dolor de espalda, mi atontamiento y mal humor matutino debido seguramente al Myolastan y todo lo derivado de tener la casa a medio montar llega el remate. A mi hermano, mi querido hermano, que decidió que se cambiaría de su habitación en casa de mis padres a la mía, que es más grande, le han entrado las prisas. Lleva 20 años en su habitación y ahora resulta que no puede esperar unos, ya no meses, sino semanas a que yo acabe de vaciar mis armarios repletos de cosas y les haga sitio a esas cosas en mi nuevo hogar.

De modo que, como parece que el niño es quien manda, me toca fastidiarme y meter a toda prisa mis pertenencias en cajas de cartón que ni siquiera sé dónde voy a colocar. Ale, llévate todo lo tuyo. Y que sea ya. Ahora mi antigua habitación en casa de mis padres (que cuando se instale mi hermano ya no será nunca más 2mi habitación) se parece según Roger a esos pisos de ancianos con síndrome de Diógenes (¿qué hizo el bueno de Diógenes para merecer que usaran su nombre para eso?).


Ya puse todos los libros en cajas. Y la mayor parte de la ropa. Ahora remueve a toda prisa recuerdos y decide, vamos, rápido, si quieres tirar ese juego de porcelana con el que servías el té a tus muñecas y ositos de peluche. Sonríe, pero rápido, al descubrir postales de todas partes que te han enviado amigos que una vez fueron de viaje, baraja la posibilidad de guardar o tirar a la bolsa de desechos los pequeños y ahora ya casi insignificantes recuerdos que aún guardaba relacionados con mi ex (una piedra, una conchas marinas de una playa de Galicia, un azucarillo de un bar, una colección de tazos de Pokémon que me regalaron sus sobrinos, el recuerdo de la boda de su hermano, billetes de tren...), sorpréndete de encontrar aún botes de colonia con marcas que recuerdan a la pre- adolescencia (como pueden observar en la foto sólo me falta Farala y "tu primera colonia... ¡Chispas!"). Y montones de libretas del instituto. En media libreta, Geografía. Y por detrás, en la otra media libreta, poemas, letras de canciones en inglés traducidas por mí, cuentecillos o pretensiosos y ruborizantes intentos prematuros de planificar mi primera novela a los 16 años que acababan casi siempre antes de las 20 o 30 páginas. ¿Cómo demonios voy a tirar eso a la basura? Es que soy incapaz...

Me cuesta tanto desprenderme de los recuerdos... Ya comenté en otra ocasión a raíz de la película Something Is Illuminated (que está en mi top ten del año, por cierto) que soy una coleccionista de cosas estúpidas relacionadas con personas, con instantes, con acontecimientos que quiero recordar. Es como si mediante esos pequeños fetiches pudiera vencer al tiempo y al olvido, hacer permanente lo que es eminentemente efímero. Como si intentara fijar con objetos mi memoria, que para algunas cosas es escasa.

Así, al destapar un frasco del perfume Poison, recuerdo las tardes en que me arreglaba primorosamente para ir a la discoteca con mis amigas, me ponía guapa (pero sin reconocerlo) por si aparecía el príncipe azul que me sacaría del pozo de mi depresión y mi sentimiento de incomprensión y odio hacia el mundo que me parecen ahora tan adolescentes.

Con los folletos del Camping Caravaning Riembau recuerdo mis vacaciones en Platja d' Aro. Hay un forfait de la primera vez que esquié en una excursión con el instituto. Y el mapa del metro de París de la primera vez que estuve allí. Dibujos a medias con mi hermano cuando aún hacíamos cosas juntos y cantábamos a dos voces la banda sonora de Aladdin de Disney. Y mi viejo casette y millones de cintas que seguramente nunca más escucharé pero que tampoco me siento con ganas de tirar. Al menos el Meccano enorme que regalaron a mi hermano y con el que nunca jugó va a servir para que Roger tenga por fin lo que de pequeño siempre pidió al Cagatió y nunca le trajeron.

¿Dónde voy a meter tanta basura inservible pero tremendamente cargada de significado en mi vida?

Quizá la solución sea tirar la mayor parte de esas cosas y convencerme a mí misma de que eso no va a hacer que todos esos recuerdos desaparezcan esfumados en la nada. Sin embargo de no ser por algunas de esas cosas que ni siquiera sabía que había guardado no habría recordado hoy muchos momentos. Si no fuera por algo tan cursi como la canción "Un mundo ideal" de Jasmin y el Príncipe no hubiera recordado que hubo un tiempo en que mi hermano y yo nos reíamos juntos. Si tuviera una lámpara maravillosa pediría que esos momentos no fueran parte del pasado.

Y una cápsula hoi-poi de las de la empresa del padre de Bulma en Dragonball para poder guardarlo todo.

viernes, 22 de diciembre de 2006

Felices fiestas



Os deseo lo mejor para estas fiestas y para el nuevo año que ya se acerca desde mi nueva casa y mi nueva vida.

No soy yo muy navideña, los únicos adornos que tenemos son una ponsetia que nos regalaron, dos postales que nos han enviado amigos y un "caganer" que Roger se empeñó en comprar. Ni árbol, ni nacimiento, ni lucecitas, ni esos malditos papá noeles que cuelgan de los balcones como una plaga entrarán en nuestra casa. Tampoco la lotería me hará rica porque no suelo comprar nunca. Tenemos salud (pese a mi espalda), menos mal.

Estos días serán extraños por primera vez en mi propio hogar, aunque casi no lo voy a notar con tantas comidas y cenas fuera, invitados por un familiar u otro. Pero lo de preparar cenas de fin de año tampoco me pillará de nuevas.

Después de mis primeras y míticas lentejas en olla exprés, un momento épico al ritmo de Rush, y mi primer pollo al horno (todo ello delicioso, aunque está feo que yo lo diga) ya nada me da miedo. Estamos perfeccionando hasta el punto de delicatessen nuestra tortilla de patatas y nuestro guacamole. La vida es bella.

Les deseo a todos mis lectores montones de alegría y felicidad. Felices empachos y felices borracheras. Felices resacas y paciencia con la familia en esas comidas interminables.

Mucho amor y paz para todos.

viernes, 15 de diciembre de 2006

Té con especias y mecedora

Para compartir confidencias.
Para renovar la amistad.

Good Night, Sweet Girl

Andera: I need to hear four words before I go to sleep: Good night, sweet girl. I'm easy, I know, but a man who can muster up those four words is a man I wanna stay with.



¿Hay algo mejor que volver a casa y que te estén esperando los besos y las caricias y el calor nada más abrir la puerta?

A veces me asalta el miedo. La sola posibilidad de que vuelva a ocurrir, de perder lo que tengo, me aterra. Supongo que eso significa cuánto me importa. Espero que ese nuevo miedo no lo joda todo.

I woke up near Rittenhouse Square
There was noise in the hall; snow was flowing in the air
And I could see just then the flashing spark
Of the match to my first smoke

Some houses are built to last
It's the couple inside that change too fast
I can see their faces looking through the glass
They're not where they belong

I want to stay with you, baby.
Won't you let me stay?
You're a Beautiful Girl.
I'm right where I belong, baby.
I'm here with you.
You're a Beautiful Girl.

I see your feet at the edge of the bed
While an old Love song is creeping into your head
And as your eyes just closed I could only guess
If you were dreaming of me again

Stained glass casts a flickering light
With the curtains closed I can't tell if it's night
But I know for sure that this sure feels right
With you here between my arms

I want to stay with you, baby.
Won't you let me stay?
You're a Beautiful Girl.
I'm right where I belong, baby.
I'm here with you.
You're a Beautiful Girl.

And I hope that you can take me
When I'm going out of my head.
And I hope that you will keep me
Keep me warm in your bed.

Beautiful Girl - by Pete Droge

martes, 12 de diciembre de 2006

Myolastan, Voltarén, visitas, regalos y canciones

Empiezo mi treintena con una baja médica por tener la espalda jodida. Estupendo. Y seguimos sin adsl. ¡El horror!

Hasta el moño de ir al Ikea y de montar muebles y de empaquetar y desempaquetar cosas. No ir a trabajar y tener que usar un módem de 56k me tiene desconectada del mundo, de los foros, de los blogs amigos y hasta de las noticias. Parece mentira que ya me sea tan imprescindible internet. Ni siquiera tengo ordenador, Roger y yo nos turnamos con el portátil porque su pc ha decidido dejar de funcionar.

A pesar de todo las cenas en casa han ido muy muy bien y me las he tomado con una sorprendente calma de anfitriona. Mi cena de cumpleaños trajo muchos regalitos (dos cómics entre ellos, así que Mikel ha salvado su brazo) y acabó con todos un poco borrachos y jugando a Singstar. Las lluvias torrenciales deben estar a punto de llegar.



El fin de semana pasado sólo salimos para el concierto benéfico de Light Of Day en la sala Privat de Mataró en el que disfrutamos por turnos de Jesse Malin, el gran Willie Nile, Joe D´Urso (impresionante vozarrón) y las dos confirmaciones de última hora: de nuevo el increíble Gary Louris y un Nacho Vegas un tanto fuera de lugar. Aunque quizá éramos nosotros los que estábamos fuera de lugar entre tanto cincuentón fan de Springsteen con aspecto de tener el descapotable aparcado en la esquina. Me lo habría pasado mucho mejor si la espalda no hiciera de las suyas otra vez.

El concierto me dejó como un regusto triste, pese a las payasadas de Nile. Alguna de las canciones acústicas me hizo pensar en lo desgarrador que es cuando se termina el amor, en que peor aún que el fin en sí mismo es saber que se acababa, es el presentimiento de que el final de ese gran amor estaba cerca y, por mucho que te negaras a admitirlo, ya no había nada que hacer. Esa es una de las peores sensaciones que se pueden tener en la vida. Si supiera hacerlo y si creyera que hay un poder superior escuchando rezaría por no sentirla nunca más.

Pero el concierto me dejó también una sensación de unión, de casi comunión entre almas, de que no hace falta un poder superior cuando está esa cosa sublime que es la música.