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miércoles, 2 de agosto de 2006

Así conocí a Lovecraft...

Hace algunos años, en uno de los maravillosos, enriquecedores, prolíficos y tristemente extintos foros de la desaparecida cyberdark.net alguien abrió un post preguntando "¿Cómo conocistéis a Lovecraft?". En vez de contestar dónde o cómo llegué a leer el primer relato de este autor se me ocurrió escribir una historietilla jugando con el título del post. No es nada del otro mundo y lo escribí sobre la marcha (aunque voy haciendo pequeñas modificaciones cada vez que lo leo, no lo puedo evitar) pero ahora que estoy con su narrativa completa ha llegado el momento de rescatar esta historia, mi humilde y torpe homenaje al maestro del terror sin forma.



Está bien, de acuerdo, lo explicaré...

Hasta este momento lo había mantenido en secreto, ni siquiera mis más allegados sabían esto que vais a leer...

Conocí a Lovecraft un atardecer de marzo, hace ya bastantes años. Me había quedado sin empleo por ser consecuente con mis principios (cosa que os aconsejo que no hagáis si queréis tener una vida próspera); así que decidí que, para mi cumpleaños, como recompensa, me haría un regalo: un viaje a Providence.

El tren me había vomitado sin contemplaciones en la desértica estación así que allí estaba, en la húmeda y neblinosa ciudad de Rhode Island, arrastrando mi maleta sin rumbo y buscando un hotel donde alojarme.

La noche cayó como un sudario, calándome la humedad hasta los huesos. Un búho ululó en un árbol cercano cuyas ramas se recortaban dramáticamente contra el cielo rojizo de un atardecer apocalíptico y un escalofrío me estremeció y me erizó el vello de la nuca.

La avenida por la que caminaba estaba desierta. A mi izquierda se alzaba orgullosa y decadente una mansión victoriana cuya época de gloria y esplendor hacía decenios que pasó y a mi derecha se extendía lo que parecía ser un bosque o un parque. Ni siquiera se me ocurrió la posibilidad de que fuese un cementerio.

Me alegré al escuchar a lo lejos una voz femenina. Al menos no estaba sola. Sonaba apagada por la niebla, pero procedía sin duda alguna del parque. "¡Hooooward!", llamaba.

Decidí dirigirme hacia la señora para que me indicara dónde estaba el pintoresco Hotel Palace, junto al Jane Brown Memorial Hospital que, según mi guía turística, era tan fácil de encontrar.

Al acercarme la humedad se volvió más intensa y las lápidas me permitieron cerciorarme que estaba en un camposanto. El aire empezó a oler como huelen las cosas oscuras y ancestrales, como huele el moho más recóndito de la más recóndita y húmeda cueva, y me hizo pensar en engendros escamosos y repulsivos, en ojos que acechan en la oscuridad y en secretos demasiado profundos y terribles paa ser revelados. La señora que gritaba iba vestida con ropas de hace cien años. Pero ella parecía no verme, buscaba y llamaba a alguien: "¡Hoooooward!", repetía como una cantinela. Algo profundo y agónico se escondía en ese grito.

Me asusté tanto que eché a correr abandonando mi maleta. No paré hasta que me quedé sin aliento. Entre resuellos casi me entraron ganas de reír. No podía haber visto un fantasma. Seguramente existía una explicación totalmente racional para lo que acababa de presenciar.

Cuando me calmé y decidí comportarme como una adulta e ir a recuperar mi maleta descubrí que no estaba sola. Había un joven de mi edad, delgado, pálido y de aspecto enfermizo, escribiendo sentado a la luz de una farola. Me acerqué dos pasos para preguntarle por el hotel y él levantó la mirada.

- ¿Sonia...? -murmuró con una mirada de reconocimiento- No le habrás dicho a mi madre que estoy aquí, ¿verdad que no, querida?

Se me secó la boca, no pude articular palabra. Apenas un tímido "no". Había un brillo poderoso y magnético en su mirada. No sabría decir si era de locura o de excitación. Ni se me ocurrió decirle que no me llamaba Sonia y que no le conocía.

- Shhh...

Me hizo una señal para que no hiciese ruido y luego palmeó el banco indicándome que me sentase a su lado. No pude desobedecer.

- Sabe que no me gusta que me molesten mientras trabajo, sabe que me gusta pasear de noche... -sólo pude mirarle y parpadear, estaba como hipnotizada. Me sonrió, una sonrisa oscura y apenas esbozada, más en sus ojos como océanos que en sus finos labios, y prosiguió-. No estoy loco. Ella sí lo está. No creas nada de lo que te digan. Esto es para ti, mi amor, me lo acaban de enviar de la imprenta.

Sacó del bolsillo de su gabán un libro con tapas de cuero negro y letras doradas y me lo entregó: "La llamada de Cthulhu", de H. P. Lovecraft. No recuerdo si le di las gracias.

Él continuó escribiendo y yo pensé, empezando a salir de mi catalepsia, que lo mejor era marcharme en busca de mi maleta. "Buena suerte", murmuré a modo de despedida. No sé si me escuchó pero no contestó, seguía enfrascado en la escritura, hundido completamente en su libreta de notas, completamente ajeno al mundo, sumergido en otra galaxia, en otra dimensión, y feliz de estar donde estaba.

Al llegar a donde había dejado tiradas todas mis posesiones la niebla se había levantado y, al girar a la izquierda una calle, me di de bruces con el hotel donde tenía hecha la reserva. al llegar a la habitación un pesado y desacostumbrado sueño se apoderó de mí y sin ducharme ni quitarme la ropa caí rendida en la cama.

Me despertó el servicio de habitaciones, que traía el desayuno y un periódico local. Al abrirlo con curiosidad descubrí una gran efemérides que ocupaba la primera página: "Hace 60 años, el 15 de marzo de 1937, falleció en nuestra ciudad el natural de Providence y mundialmente conocido escritor Howard Phillips Lovecraft".

Me levanté de un salto, pensando que la noche anterior había tenido una pesadilla horrible. Sin embargo, junto a mi maleta, estaba aquel librito de cuero negro que me había dado el desconocido que me llamó Sonia. Y al abrirlo no sólo vi la dedicatoria, "Para Sonia Green, con amor. Howard", sino también que era una edición de "La llamada de Cthulhu" de 1928 en perfecto estado. Como recién salida de la imprenta.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me ha gustado mucho, pero se me hace corto y me quedo con incógnitas, aunque supongo que esa es la intención. ¿la protagonista se llama Sonia también?

No sé, ¿y si pruebas a desarrollar más la historia? Esto es puro egoísmo, me gustaría leer más.

Nuala dijo...

Creo que el problema es que no revelo la clave que utilizo para despejar las incógnitas, que es la propia biografía de Lovecraft, casi tan fascinante como su obra.

Nació en Providence y fue educado por su tía y su madre posesiva hasta la obsesión y neurótica, quien lo tuvo practicamente secuestrado. Un chico enfermizo, tímido, hipersensible, solitario, refugiado en la biblioteca de su abuelo. Por las noches salía a pasear, a escribir en los rincones más lóbregos, a leer bajo las farolas. Más tarde, con la muerte de su madre y su apertura a nuevos mundos y nuevos amigos su vida cambió. Tuvo una esposa (Sonia Green, diez años mayor que él y periodista) que sólo lo fue durante dos años y que no disipó los rumores sobre su odio hacia la sexualidad y su misoginia, provocada seguramente por su madre y sus neuras... Tras su divorcio volvió a Providence (una ciudad que conserva su eco) y murió en la fecha indicada en el relato, en el hospital que se menciona de pasada, de insuficiencia renal provocada por un cáncer intestinal, a los 47 años, .

El relatito intenta reproducir (sólo lo intenta) el estilo del primer Lovecraft, plagado de adjetivos esdrújulos, un tanto semejante a Poe; y copia la humedad y el misterio de algunos de sus relatos. El resultado es casi una parodia no intencionada, pero se hace lo que se puede.

Espero haber resuelto algunas dudas.