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sábado, 23 de diciembre de 2006

Inventario apresurado

Por si no tuviera bastante con mi dolor de espalda, mi atontamiento y mal humor matutino debido seguramente al Myolastan y todo lo derivado de tener la casa a medio montar llega el remate. A mi hermano, mi querido hermano, que decidió que se cambiaría de su habitación en casa de mis padres a la mía, que es más grande, le han entrado las prisas. Lleva 20 años en su habitación y ahora resulta que no puede esperar unos, ya no meses, sino semanas a que yo acabe de vaciar mis armarios repletos de cosas y les haga sitio a esas cosas en mi nuevo hogar.

De modo que, como parece que el niño es quien manda, me toca fastidiarme y meter a toda prisa mis pertenencias en cajas de cartón que ni siquiera sé dónde voy a colocar. Ale, llévate todo lo tuyo. Y que sea ya. Ahora mi antigua habitación en casa de mis padres (que cuando se instale mi hermano ya no será nunca más 2mi habitación) se parece según Roger a esos pisos de ancianos con síndrome de Diógenes (¿qué hizo el bueno de Diógenes para merecer que usaran su nombre para eso?).


Ya puse todos los libros en cajas. Y la mayor parte de la ropa. Ahora remueve a toda prisa recuerdos y decide, vamos, rápido, si quieres tirar ese juego de porcelana con el que servías el té a tus muñecas y ositos de peluche. Sonríe, pero rápido, al descubrir postales de todas partes que te han enviado amigos que una vez fueron de viaje, baraja la posibilidad de guardar o tirar a la bolsa de desechos los pequeños y ahora ya casi insignificantes recuerdos que aún guardaba relacionados con mi ex (una piedra, una conchas marinas de una playa de Galicia, un azucarillo de un bar, una colección de tazos de Pokémon que me regalaron sus sobrinos, el recuerdo de la boda de su hermano, billetes de tren...), sorpréndete de encontrar aún botes de colonia con marcas que recuerdan a la pre- adolescencia (como pueden observar en la foto sólo me falta Farala y "tu primera colonia... ¡Chispas!"). Y montones de libretas del instituto. En media libreta, Geografía. Y por detrás, en la otra media libreta, poemas, letras de canciones en inglés traducidas por mí, cuentecillos o pretensiosos y ruborizantes intentos prematuros de planificar mi primera novela a los 16 años que acababan casi siempre antes de las 20 o 30 páginas. ¿Cómo demonios voy a tirar eso a la basura? Es que soy incapaz...

Me cuesta tanto desprenderme de los recuerdos... Ya comenté en otra ocasión a raíz de la película Something Is Illuminated (que está en mi top ten del año, por cierto) que soy una coleccionista de cosas estúpidas relacionadas con personas, con instantes, con acontecimientos que quiero recordar. Es como si mediante esos pequeños fetiches pudiera vencer al tiempo y al olvido, hacer permanente lo que es eminentemente efímero. Como si intentara fijar con objetos mi memoria, que para algunas cosas es escasa.

Así, al destapar un frasco del perfume Poison, recuerdo las tardes en que me arreglaba primorosamente para ir a la discoteca con mis amigas, me ponía guapa (pero sin reconocerlo) por si aparecía el príncipe azul que me sacaría del pozo de mi depresión y mi sentimiento de incomprensión y odio hacia el mundo que me parecen ahora tan adolescentes.

Con los folletos del Camping Caravaning Riembau recuerdo mis vacaciones en Platja d' Aro. Hay un forfait de la primera vez que esquié en una excursión con el instituto. Y el mapa del metro de París de la primera vez que estuve allí. Dibujos a medias con mi hermano cuando aún hacíamos cosas juntos y cantábamos a dos voces la banda sonora de Aladdin de Disney. Y mi viejo casette y millones de cintas que seguramente nunca más escucharé pero que tampoco me siento con ganas de tirar. Al menos el Meccano enorme que regalaron a mi hermano y con el que nunca jugó va a servir para que Roger tenga por fin lo que de pequeño siempre pidió al Cagatió y nunca le trajeron.

¿Dónde voy a meter tanta basura inservible pero tremendamente cargada de significado en mi vida?

Quizá la solución sea tirar la mayor parte de esas cosas y convencerme a mí misma de que eso no va a hacer que todos esos recuerdos desaparezcan esfumados en la nada. Sin embargo de no ser por algunas de esas cosas que ni siquiera sabía que había guardado no habría recordado hoy muchos momentos. Si no fuera por algo tan cursi como la canción "Un mundo ideal" de Jasmin y el Príncipe no hubiera recordado que hubo un tiempo en que mi hermano y yo nos reíamos juntos. Si tuviera una lámpara maravillosa pediría que esos momentos no fueran parte del pasado.

Y una cápsula hoi-poi de las de la empresa del padre de Bulma en Dragonball para poder guardarlo todo.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Que me cuelguen ni todavía no tengo en mi habitación el pote de la colonia Giovana y el de la Ragazza. O como se llame.

Joder, esas dos colonias de las fotos deben estar super extendidas entre el sector femenino.

Si es todas somos iguales!

Anónimo dijo...

Era yo y tal

Anónimo dijo...

Oye tira todo lo que quieras, pero mis postales no ehh?? snif!

kar dijo...

me acabas de recordar que yo debo hacer lo propio... mi madre, ufana ella, de momento tiene controlado a mi padre, que se mira esa estancia con ganas de vaciarla y hacer allí qué sé yo... y mientras tanto, allí se acumulan mil y un trastos a los que no me atrevo a someter a selección...

Anónimo dijo...

Robert De Niro en Heat: Un tipo me dijo una vez: "No admitas nada en tu vida que no puedas dejar en 30 segundos si la pasma te pisa los talones."

Vale, ni la pasma te va a pisar los talones, ni así hay manera de tener una relación de amistad o de otro tipo como Dios manda, pero está bien para las posesiones materiales.

Mi habitación de casa de mis padres sigue intacta, al fin y al cabo mi hermano sigue viviendo en ella.