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viernes, 30 de diciembre de 2005

La princesa y el guisante


"La vida de cada hombre es un cuento de hadas
escrito por la mano de Dios."

Hans Christian Andersen


El 2005 ha sido el año del bicentenario de Hans Christian Andersen, finalizado oficialmente el 6 de diciembre. Un hombre que salió de la extrema pobreza con tesón y trabajo, que probó en el teatro, en el dibujo y, finalmente, alcanzó fama mundial escribiendo cuentos. Fue admirado y honorado mientras vivía, viajó por todo el mundo y conoció a los célebres de su época...

Recuerdo los cuentos de éste danés uno por uno. Todos los que aparecían en un libro ilustrado (¿de quién serían aquellos preciosos dibujos?) que tenía de pequeña y releía una y otra vez. Sus cuentos estaban llenos de una fe ciega en la bondad de las personas (que procuro compartir aunque no crea en Dios como él) y, muchas veces, también reflejaban un alma atormentada y solitaria, la amargura de un hombre que sufrió las penurias de la pobreza, que amó a seres de ambos sexos pero jamás mantuvo una relación adulta.

A veces pienso cuánto de mí, de mi carácter, de mi forma de ser y de amar, le debo a Andersen y sus cuentos. Cómo una pequeña niña impresionable fue moldeada por esos cuentos tristes y melancólicos la mayoría de las veces. Aún hoy sigo siendo la princesa que nota el guisante sobre 20 colchones... Y me sigue estremeciendo, como cuando era pequeña, el cuento que explica cómo una madre intenta arrebatar de las garras de la muerte a su hijo en Historia de una madre... (léanlo, no se lo pierdan).

Espero haber despertado un mínimo interés entre los que no conocen la obra de este gran escritor. Su Sirenita no tiene nada que ver con la de Disney. Sus cuentos han sido injustamente modificados y dulcificados por la tradición. Muchos son desconocidos por las generaciones de hoy en día. En mi época todo el mundo (bueno, quizá exagero) había leído La vendedora de mistos... Podéis encontrar muchos de los cuentos de Andersen en formato electrónico aquí:

Cuentos de Hans Christian Andersen

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo lo conocía como la vendedora de fósforos, que viene a ser lo mismo claro. Precioso y tristísimo cuento.

Gracias por los enlaces, Nuala.

Recuerdo con detalle cuentos como Los zapatos rojos, pulgarcita o el traje nuevo del emperador, pero no conozco el de la madre.

Los releía miles de veces, como tú.
Gracias por un tributo merecidísimo.

Nuala dijo...

El de la madre es tan triste y mucho más cruel que la vendedora de fósforos...
Lo único que no me gustaba de los cuentos de Andersen era la omnipresencia de su cristiandad y de Dios en todos los cuentos. Pero si dejamos eso de lado su obra es impresionante.