Mi blog se ha mudado! Redireccionando…

Deberías ser redireccionado/a automáticamente. Si no, visita http://labuhardilla.wordpress.com y actualiza tus enlaces.

martes, 28 de febrero de 2006

Fast Forward (FFWD)

Ayer leía en clase un análisis de entorno de la OCLC (Online Computer Library Center) que decía lo siguiente:

Gracias a los dispositivos de computación nómada que admiten la realización de múltiples actividades, la división tradicional entre tiempo destinado al trabajo académico, al ocio y a la actividad laboral se está fusionando en un mundo integrado. Este fenómeno es más evidente entre los jóvenes. En marcado contraste con el estilo de vida de sus padres, en el que los límites entre una actividad y otra estaban claramente definidos, el mundo de estos jóvenes es una "infoesfera" integrada, en la que ya no es posible separar el trabajo del juego y del estudio.

Al margen de la mala traducción del inglés y de que se me considere joven o no (¡ejem!) me encuentro sumida en esa "infoesfera" de la que hablan. Mientras representa que estoy trabajando, hago prácticas para las clases o leo apuntes en mi dosier electrónico, busco información, vuelos o entradas, leo el foro de Riff (y me consta que no soy la única), respondo e-mails y fusiono mis esferas laboral, de ocio y de estudio.

Desde luego que el mundo ha cambiado muchísimo, y no hace falta ni mirar a mis padres. La diferecia entre mi hermano y yo (diez años) ya es suficiente. Cuando pienso que nació en el '86 me da un pasmo. Su infancia no se concibe sin una consola de videojuegos. Su adolescencia no se concibe sin ordenador o sin internet. Las cintas de cassette casi ni le han rozado. Los vinilos son una rareza para él, mientras yo escuchaba mis cuentos favoritos en ese formato. Él recuerda de toda la vida más de tres canales en el televisor...


Y sin embargo los de mi generación parecemos habernos adaptado bien a tanto cambio (y los hemos vivido bien gordos), aunque sea a la fuerza. Hemos aprendido a pelearnos con nuestro ordenador, a instalar Windows (en mi caso espero que eso esté superado), lo que son las conexiones USB, el wi-fi y millones de palabrejas que vamos aprendiendo a duras penas sobre la marcha. Vimos nacer internet. Y los mp3. Y Telecinco, Antena 3 y nacer y morir Canal +. Vino la banda ancha, y la tele por cable. Y los teléfonos móviles, ¡qué cosas! Avanzamos a velocidad de vértigo y nos amoldamos a todo ello. Cuando estudiaba Filosofía (y tampoco hace tantos años) los profesores no colgaban el temario y las prácticas en un dosier de la asignatura en internet, no ponían un foro para resolver las dudas, los alumnos no iban a todos lados con su pen USB...

Lo curioso de todo ello es que si no me paro a pensarlo, si no es por la lectura del artículo, casi ni me doy cuenta porque he vivido todos esos cambios de forma no- traumática, aceptando las innovaciones de forma paulatina (como todos, supongo). Y los de la era digital así seguiremos, me imagino. Hasta que vivamos en las casas esas del futuro, con placas solares, con el ocio centralizado en enormes pantallas de plasma que se esconderán en la pared (televisión, música, cine, juegos, fotos digitales, acceso a internet...), con luces y electrodomésticos que responden a nuestra voz, con la compra automatizada (con lo que mola ir al mercado), etcétera. Y de vez en cuando o cuando seamos viejos (¿me estoy haciendo vieja?), miraremos atrás o recordaremos con cariño cuando había que apretar el Play y el Rec a la vez en nuestro viejo y entrañable doble pletina...

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Hay algo que me gusta más que recordar tiempos pasados: tener la posibilidad de, con un simple click, desconectar.

Tan divertido como dejar sonar el móvil o apagarlo cuando te llaman (o antes de que lo hagan). Tan curioso como saber que puedes enviar esas fotitos de tu viaje a alguien que no tienes a tu lado o llevarte a casa el trabajo y marcar tú los tiempos (trabajar desde el sofá...mmmm).

Ya no pierdo apuntes, ni notas ni pensamientos ni nada de nada. Todo lo almaceno virtualmente, en algún lugar ciberespacial.

Aunque, claro, se echa de menos el tocadiscos de maleta y toda la colección de discos de vinilo que, cada año, nos regalaban los de La Caixa... ¿No se puede tener todo, no?

Todo va cada vez más rápido y, por el camino, se van perdiendo cosas. Como salir a la calle y jugar a la pelota, a las canicas, al churro-mediamanga-mangotero, o simplemente estar sentado en un banco e intentar cambiar el mundo, mientras compartes unas pipas con tus amigos.

Siempre procuro quedarme con lo bueno de todo.

Anónimo dijo...

Es verdad que nos hemos adaptado bien a los cambios. la primera vez que toqué un ordenador y que fuese para trabajar, tenía 15 años. Aprendí aquello del MS-DOS, que estaba hasta de moda. Cuando llegué al segundo ciclo de la carrera, en Madrid, me di cuenta de que apenas conocía internet. hoy en día no me imagino sin él. Música, películas, correos-e, conversaciones on line, trabajo, compra de entradas, reservas de viajes, operaciones bancarias... increíble.

Creo que en nuestra futura casa con el tiempo tendremos que poner dos ordenadores!

Nuala dijo...

Jajajaja...

En mi futura casa (cruzo los dedos para que sea pronto) seguro que habrá como mínimo dos ordenadores.

kar dijo...

Aunque soy de los que disfrutan con esas cosas, y de los que en el trabajo (mi tiempo de rendimiento efectivo en una jornada de 8h se reduce a 2o 3) miran mails y el foro de riff, no dejo de pensar en que hay una generación de críos que no juegan en las calles, que no se sientan en los respaldos de los bancos a satisfacer su necesidad de vervorrea pre adolescente para compartir experiencias, que no gastan bromas a los transeuntes ni hacen guerras de globos de agua... igual sí, que me estoy haciendo viejo. Y los vinilos me siguen pareciendo pura magia, tener un vinilo de segunda mano de los Rolling Stones es como tener un pedazo de rock setentero justo en tus zarpas.