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jueves, 29 de junio de 2006

Títeres

El calor parece más insoportable este año que cualquier otro. Quizá porque ha llegado sin avisar, sin primavera previa que te temple el cuerpo y te prepare para el sol de justicia. En la calle los perros que no paran de ladrar y los niños que gritan y corretean me resultan también más insoportables que nunca sobre el ardiente asfalto y bajo la asfixiante atmósfera. No lo aguanto, crispan mis nervios y les estrangularía a ellos y a sus amos y padres respectivamente por dejar que molesten así a los demás sin ni siquiera inmutarse. Intento abstraerme lamiendo mi delicioso cucurucho de helado italiano artesano de café y chocolate giandugia. Qué placer para los sentidos.

Ya de vuelta, delante del ventilador, elegimos película y rebuscando en la deuvedeteca (¿?) de Roger por fin aparece y puedo ver Dolls de Takeshi Kitano (sí, el del castillo). Con un lirismo desbordante y una sensibilidad sin sensiblería Kitano nos enseña tres historias donde el amor es atadura tanto cuando se tiene como cuando se pierde: en los trágicos vagabundos unidos por una cuerda, en la novia eterna que espera cada sábado en el parque, en el fan que se quita los ojos, irónicamente, para poder ver a su idolatrada y desfigurada amada. Almas dolientes y tragedia por amor.



Acer Palmatum
Los personajes son títeres de sus sentimientos, son muñecos siendo arrastrados por sus pasiones y por la dureza y la injusticia de la existencia. Los personajes centrales, como las marionetas que se nos muestran al principio, caminan y caminan sin destino o en busca de su destino a través de las cuatro estaciones. Primavera, con los cerezos en flor; verano, con la escena en la playa; el otoño, con los rojos arces japoneses; y el invierno, cuando todo muere en la nieve...

Pero como seguro que soy la última en ver esta maravillosa película y ya hay miles de blogs exaltándola mejor hablo de marionetas o títeres, un arte que me apasiona gracias a Jim Henson (Nota mental: escribir un post dedicado a Jim Henson). Takeshi, como seguro todos ya sabéis, se inspiró para esta película en historias del teatro tradicional japonés que llamamos bunraku. Aunque, por lo visto, y para ser exactos deberíamos llamarle "Ningyo Joruri", arte que combina dos importantes tradiciones niponas: la recitación de cuentos o joruri y los títeres o ningyo. Si hoy lo llamamos bunraku es por su famoso promotor, Uemura Bunrakuken. A principios del siglo XIX él construyó un teatro de ningyo joruri en Osaka para su propio grupo de artistas, haciendo más famosa este tipo de arte escénica y llegando a no tener competidor en maestría. Tuvo tanto éxito que el ningyo joruri pasó a conocerse como Bunraku.


El joruri, o el arte de los cuentacuentos en Japón, se inició gracias a músicos itinerantes que amenizaban la recitación con un laúd o biwa. En el siglo XVI se reemplazó este instrumento por otro similar al actual instrumento de cuerda denominado shamisen, cuyo sonido gustaba más al público. La tradición de los títeres (ningyo) es mucho más antigua, llegando a remontarse al siglo VIII. Los titiriteros itinerantes, llamados kugutsushi, recorrian el país cantando canciones que daban ritmo a sus actuaciones. Las marionetas y la recitación se unieron a fines del siglo XVI para formar un arte que se denominó ningyo joruri, adoptando un estilo mucho más refinado.

Las historias del bunraku (todo un género literario) proceden de las antiquísimas leyendas samurai y en acontecimientos cotidianos, con personajes del pueblo llano, probablemente inspirados en hechos reales, de los que se ha perdido la memoria. La mayoría de historias son tremendamente trágicas y tristes, expresan los sentimientos de la gente sumida en las contradicciones de la vida.

Cada marioneta, siempre rica y espléndidamente ataviada, es manipulada por tres personas vestidas de negro y calzando los butai geta o chanclos tradicionales de este teatro. La primera mueve la cabeza y el brazo derecho; la segunda, exclusivamente el brazo izquierdo y la tercera, normalmente el más primerizo, se encarga de las piernas. El narrador o tayu, el intérprete de shamisen y los manipuladores de las marionetas son tres elementos diferentes y cinco personas trabajando al unísono, lo que hace del bunraku algo espectacular.

“Los que mueven el brazo izquierdo y los pies perciben los sutiles movimientos de la cabeza y el hombro derecho, después continúan manipulándolos como una única unidad. Esto hace que la marioneta se mueva suavemente, con lo que algunas veces esta suavidad parece más humana que la de una persona real. El maestro manipula la cabeza y el brazo derecho y los otros dos intérpretes sienten el conjunto, a través de la marioneta, como si formara parte de ellos. Esta experiencia continúa enseñándome cosas”. Explica Yoshida Tamasho, un joven intérprete de este maravilloso arte.

Si algún día voy a Japón... No, no, no. Corrijo. Cuando vaya a Japón será en primavera para ver los cerezos en flor. Y asistiré a una representación de bunraku allí. Debe ser algo mágico y extraño para una occidental.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

El siempre fascinante arte japonés. Muchas veces me pregunto, al ver una películo del lejano oriente, hasta que punto lo que me está gustando se refiere al arte del que lo perpetra o a una simple cuestión de extrañamiento ante las costumbres de aquel país. Es decir, lo maravilloso que resultan los cerezos en flor, y su veneración, para un japonés es tan común como para nosotros, en un símil castizo traido de oos pelos, una plaza de toros. Si vemos los cerezos del vallle del Jerte, es probable que no sintamos la misma sensación que si los englobamos en un aura japones, siemrpe nos gustará más lo segundo. Y no digo ue sea malo en absoluto, sólo que es curioso e inevitable. Es una manera de entender por qué detestamo0s las mujeres vestidas de faralaes y ellos pueden admirar el flamenco. Y cómo sabremos, cuando vayamos a japón, que el espctáculo de marionetas no es el equivalente a un tablao flamenco para guiris aquí?

Nuala dijo...

Los cerezos del valle de Jerte son maravillosos también.

Nos llama lo exótico, lo lejano y alieno, no lo podemos evitar.

Anónimo dijo...

No sé si conoces las obras teatrales de Yukio Mishima, son estupendas. Coge argumentos tradicionales japoneses y los moderniza, pero conservan todo su misterio. "Dolls" me recordó mucho a estas obritas que leí en el libro "Seis piezas no", no recuerdo si de Alianza o Seix Barral, te lo recomiendo.

Anónimo dijo...

Nunca me cansaré de ver Dolls. Creo que es una de las películas que más hondo me ha calado de los últimos 10 años.

Estoy de acuerdo con vosotros en que lo exótico siempre tiene un punto de fascinación que no tiene lo de aquí, por conocido. Zaragoza es como una pequeña Budapest, puentes, la ciudad dividida en dos orillas... pero no me imagino mirando el Ebro encandilada como cuando uno mira el Danubio...

El valle del Jerte es de lo más bonito que he visto, sin duda.
Y yo también digo "cuando vaya a Japón". Es que tengo que ir, antes de morirme.