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lunes, 7 de noviembre de 2005

De pequeños y grandes placeres


"Automn"
Alphonse Mucha

El mundo se vuelve rojo, el color que he escogido para mi pelo y, si entrecierro los ojos, todo se tiñe de reflejos cobrizos.

Definitivamente (¡por fin!) llega el otoño. Parece que el frío asoma sus dedos y los cuela por los cuellos descubiertos, por los miembros incautos que van sin mangas, provocando escalofríos. Me falta un jersey, me faltan unos brazos alrededor. Y me gusta la dulce sensación de añoranza que eso provoca. Es dulce porque puede ser colmada. Es tiempo de sacar la mantita para el sofá. Es tiempo de mis calcetines gordos. Es tiempo de dejarse abrazar fuerte. Y de besos con la nariz fría.

La semana termina dejando un poso de dulzura en la boca. Que todas las semanas sean como ésta...

El jueves fui con E. y con S. a apuntarnos a las listas de suplencias de personal de las bibliotecas públicas. Lo que iba a ser un puro trámite de menos de cinco minutos se convirtió en una jornada entrañable. Adiós obligaciones de trabajo o clases. ¡Seamos irresponsables e inconscientes! Entramos en tiendas de ropa en las que no compramos nada (¿me atrevería en algún momento de mi vida a llevar aquélla mini de calaveritas?). Luego, comida para tres (el número adecuado) en Le Ménage à trois (el tupper puede esperar), donde alguien pretendía vender sus cuadros horrorosos por más de cien euros. Más tarde un café (y dos tés, uno con bichos flotando) en una terraza en la que se puede escuchar a gente ensayando alguna ópera. Y risas, muchas risas. Y confidencias. De las que, con toda naturalidad, sólo podemos hacernos las mujeres mientras nos zampamos el pollo al curry con arroz basmati. Es fácil hablar del pasado, de la vida, del amor, del desamor, de las esperanzas y de las experiencias entre risas, cuando te sientes a gusto con la compañía, en el ambiente idóneo. ¿Qué sería de nosotras sin esas estupendas conversaciones?

Conclusión: "un clavo saca a otro clavo" (gracias a la madre de E. por esta sentencia).
Resultado: me quedo casi afónica (¿de tanto hablar?) y cojo frío.

Los otros componentes del otoño son las castañas (este año aún no he probado ni una, qué pena) y las setas. Buscar setas es la excusa perfecta para caminar un rato por el bosque, para huir de la ciudad, del metro, de los coches, de los semáforos y de las tiendas Zara. Me divierto como una enana pisando pinaza, apartando zarzas, oyendo crugir las ramas bajo mis pies. Con alborozo señalo cada una de las setas que voy descubriendo, sin tener la menor idea de cómo se llaman o de si son comestibles o no. Descubro las huellas de un jabalí y las señales de los dientecillos de algún ratón de campo en una seta. Por puro azar doy con un grupo abundantísimo de Cantarellus lutescens ("camagroc" en catalán, "rebozuelo" en castellano) y los recojo con alegría. Hoy han resultado ser un manjar exquisito en revoltillo (poner ajo picado y las setas bien limpias a saltear con aceite y sal, luego añadir los huevos con un poco de perejil y remover hasta que quede cuajado, pero no demasiado).

Ayer, cena con desconocidos en casa de un amigo de R. De esas a las que vas porque te invita un amigo de otro amigo, donde todos son extrangeros desubicados que están viviendo en Barcelona, donde la mayoría no se conocen entre ellos, donde lo extraño es encontrar aficiones, intereses o algo en común. Tú llegas allí, con tu botella de Enate, sin saber lo que te puede esperar: un venezolano músico, profesor de salsa y modelo de pintura ocasional, una psicóloga pija inglesa que trabaja en Londres pero viene a Barcelona de marcha los fines de semana, un inglés totalmente descolocado que ni siquiera conoce al dueño de la casa y se pone a fumar maría, un francés diseñador... Son curiosas, esas reuniones, pero supongo que son cosas que se hacen para ampliar el círculo de amistades cuando tus amigos de verdad están lejos. Siempre se puede conocer a gente interesante, supongo.

Y hoy ha sido un domingo de levantarse tarde y de dormir siesta, de arrebujarse en el sofá viendo películas (Antes del atardecer y The Machinist) en la mejor de las compañías (la que te tapa los pies fríos con la manta debe serlo). Un domingo de segundas despedidas inesperadas cuando R. ha vuelto a aparecer en bici en la parada de mi autobús (mi caballero de la brillante armadura) para volver a darme un beso de buenas noches. Llego a mi casa y me siento a escribir con la sensación de haber tenido un muy buen fin de semana. Lleno de placeres, grandes placeres, pequeños placeres que se convierten en grandes. Y me permito un último placer del día: saborear un cacao caliente (Cacao Nestlé Selección, el placer adulto) y un rosco de vino. Señal ésta, la de que haya roscos en casa, de que la Navidad está a la vuelta de la esquina.

Qué fácil es ser feliz a veces...

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Dos cosas, el revoltillo de camagrocs muy rico, efectivamente. Antes del atardecer un pelmazo por momentos aunque consigue recuperarse un poco cuando se acerca al final, los personajes de Hawke y Delpy no podrían ser más esterotipados.

Anónimo dijo...

Qué sería de nosotras sin esas conversaciones con las amigas, efectivamente. Cada vez aprecio más todo lo que ello conlleva, todo lo que ellas te proporcionan. El sábado salimos cuatro amigas y eso, que fue noche de confidencias y más tarde, de bailoteos con muchas risas.

Setas... mmmmmm mi debilidad. Enate, gran vino si señora! Castañas, otoño... ¡Navidades a la vuelta de la esquina! Por algo me gusta el otoño.

Anónimo dijo...

Cada vez que recuerdo a esos bichos flotando en mi té se me revuelve el estómago...

menos mal que estaba en buena compañía :)

besos

Anónimo dijo...

"los personajes de Hawke y Delpy no podrían ser más esterotipados."

Podrían, créeme. Supongo que el hecho de haber paseado la semana anterior por las mismas calles con los vientos del amor rompe el encanto de ese par de personajes estereotipados charlando por París. Una pena que no te gustase, yo, insisto, disfruté como un enano.

Nuala dijo...

Quizá es eso pero, durante la primera parte de la película, yo también deseaba que les asaltase a ambos una afonía fulminante de una vez por todas. Sobre todo a ella. No se puede ser más estupenda, ecológica, comprometida, liberada y francesa.

Quizá no era el momento o quizá debimos ver primero la otra peli (auque me suena haberla visto hace mucho).

Anónimo dijo...

Antes del Atardecer me gustó bastante. Aún así me quedo con Antes del Amanecer, que quizás es más imprevisible y tal.

Estamos embutidos en otoño, pero yo estoy como loco por que llegue el invierno. Aquí ya hay algo de nieve y todo.

Saludos!